¿Te gusta conducir? A mí me encanta. Disfruto tanto que no me importa hacer kilómetros y kilómetros. Si voy solo, suelo ir escuchando el ruido del vehículo. Si viajo acompañado, prefiero ir conversando. Y, sobre todo, disfruto en las carreteras con muchas curvas.
Ayer, domingo, 6 de julio,
cercana la fiesta de San Cristobal, se celebró la “Jornada de responsabilidad
en el tráfico”. La DGT, llegadas estas fechas, últimamente nos obsequia con
espeluznantes anuncios de las terribles consecuencias de los accidentes de
tráfico. También, como cada año, los obispos nos dirigen un mensaje, aunque en
un tono menos dramático. Lo tenéis en la web de
la Conferencia.
En esta ocasión, recordando el
episodio evangélico de los discípulos de Emaús, nos recuerdan la importancia de
hacer camino juntos, de encontrarnos y compartirlo. “Debemos respetar a los
demás conductores y tratar a los demás como yo quiero que me respeten y traten”.
Ninguno está libre de pecado y el que no haya cometido en alguna ocasión una
imprudencia, “que tire la primera piedra”.
Seguro que este verano no nos
libramos de asistir a alguna boda. Además de que bebemos moderarnos con el alcohol,
en la Iglesia -casi todos los novios la eligen- es probable que escuchemos una
lectura de San Pablo que bien nos sirve para que aprendamos a comportarnos en
carretera: «El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no
presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva
cuenta del mal. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta».
Un compañero sacerdote perdía
hace ocho días a su hermano en la carretera. “Cada muerto en nuestras
carreteras no
es una cifra, es una persona con nombre y apellidos, padres, esposos,
hijos, y deja en su entorno mucho dolor y un gran vacío”; que no sea nuestra
imprudencia la causante de ese dolor.
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