El VI CongresoTeológico Pastoral de la Diócesis de Coria-Cáceres, celebrado los días 5, 6 y 7
de junio, en el Complejo Cultural San Francisco de Cáceres, ha girado en torno a dos puntos: la nueva evangelización enfocada en
el diálogo con los alejados y el XIV Sínodo Diocesano que acaba de comenzar.
Dentro del
diálogo con los alejados, me llamaron la atención algunos aspectos de la
explicación que D. Melchor Sánchez de Toca, subsecretario del Consejo
Pontificio para la Cultura, realizaba sobre “el Atrio de los Gentiles”.
El atrio de
los gentiles que conoció Jesús de Nazaret era un espacio amplio y porticado en
torno al templo de Jerusalén hasta donde podían entrar los gentiles, es decir
los paganos, los de otras religiones, los de otros pueblos. Ese lugar Jesús lo
“purifica”, expulsando a los cambistas y recuperándolo como “casa de oración”.
Cuando
Benedicto XVI propuso el Atrio de los Gentiles pensaba, más que en un espacio
neutro para hablar con los gentiles, en un espacio sagrado, la Iglesia, para
acoger aquí a los que no creen, pero que buscan a Dios. Sin que nadie se sienta
“objetivo de ninguna acción pastoral”, sino, desde el respeto a la libertad y
la voluntad, ayudando a “descubrir al dios que a veces se busca sin saberlo”,
sobre todo en aquellos que no se cierran a la trascendencia, que aún se
cuestionan sobre las últimas cosas.
También el
Papa Francisco, con su “salir” hacia los demás, está convencido de que es
posible un diálogo, porque el ser humano, por muy agnóstico que sea, no puede
conformarse con no tener una respuesta. “Una sociedad que se preocupa sólo de
las cosas penúltimas y no de las últimas se vuelve totalmente aburrida”, afirmaba
D. Melchor.
Además,
dialogar es posible, porque siempre habrá dudas. Y si hay dudas -“¿y si después
no hay nada?”-, siempre habrá un punto de diálogo en común: la duda -“¿y si
resulta que, después de todo, hay algo?”-.
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