lunes, 30 de junio de 2014

¡Viva el Rey!

Alfombra de Sal. Fiesta del Corpus Christi.
Las Palmas de Gran Canarias.
Para mí, el único Rey, Cristo, que no vino a ser servido, sino a servir. Esa debería ser la vocación de todo rey, de todo político, de todo ciudadano.
Aunque cuando nací Franco no había muerto, desde que tengo conciencia no he conocido otra cosa que la democracia en la forma de monarquía parlamentaria. He vivido tres años en la república italiana y sólo sé que la gente se quejaba constantemente de los muchos y elevados impuestos y de lo que ganaban los políticos.
A fin de cuentas, creo que ningún sistema es perfecto, porque ninguno parte de un verdadero sentido de servicio, ya sea por hereditario o por dinerario, o sea, por “cuánto voy a cobrar”. Y es que servir sin esperar nada a cambio…
Sobre el primer discurso del rey Felipe VI, primer rey constitucional, reconozco que hay muchas cosas que me gustaron y otras no tanto. Me gustó su llamada insistente a la unidad, respetando la diversidad. También me gustó su deseo de responder desde la “ejemplaridad” a la “demanda de los ciudadanos” para que la vida pública se rija desde los “principios morales y éticos”.
Fue muy bueno el recuerdo a las víctimas del terrorismo y la llamada a sus “Señorías” a “revertir esta situación” de crisis y “ofrecer protección a las personas y a las familias más vulnerables”. “Queremos que los ciudadanos y sus preocupaciones sean el eje de la acción política”.
Sólo poniendo al centro la persona se podrá revertir la situación. Por ello creo que erró en dejar esa tarea en manos de “las nuevas tecnologías, la ciencia y la investigación”. El progreso por el progreso no es solución. Máxime si los “valores humanísticos y éticos”, los supeditamos a la cuestión “medio ambiental” o la dignidad de una persona se mide por “lo que hace” y no por su propio ser, por mucho que lo dijese Cervantes por boca de don Quijote.

Y qué pena que las raíces religiosas del país se obviasen completamente durante la proclamación y eso que era la fiesta del Corpus Christi, para los bautizados el único y verdadero Rey.


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