Según los estudios, más del
treinta por ciento de la población infantil en España vive en riesgo de
pobreza. Es el segundo país europeo, después de Rumanía, con mayor índice de
pobreza infantil. Dentro del Plan Nacional de Acción para la Inclusión Social
del Reino de España 2013-2016, entra el reducir dicha pobreza. Por eso, también
la Comunidad Autónoma de Extremadura ha montado su propio Plan Integral para el
2014.
El tiempo pasa y últimamente se
ha debido pedir ayuda a las oenegés, entre ellas Cáritas, para repartir las
ayudas. Ayudas que sólo se pueden conceder a las familias que cumplan con un
interminable número de requisitos y papeleos y después de haber justificado
hasta el último céntimo.
En esta tarea están entregados los
voluntarios, que, aun no profesionales y desbordados, han puesto toda su
ilusión y empeño. Tanto, que han tenido que buscar más horas de su propio
tiempo para dedicarlo a esta tarea, y aprender a marchas forzadas todos los
trámites burocráticos a seguir para conceder una ayuda y sin que se olvide ni un
papel.
La concesión de estas ayudas de
emergencia para las familias con niños menores de dieciocho años ha producido,
además, un efecto llamada, por lo que el desbordamiento de los servicios de las
Cáritas Parroquiales es aún mayor.
Tan desbordados se sienten los
voluntarios, que uno de ellos me ha llegado a decir que “cómo hacer que Cáritas
muestre realmente el rostro amoroso de Jesús, que ama a los más pobres a través
de su Iglesia, si ni se tiene tiempo para poder hacérselo sentir a quienes
están atendiendo”. A lo que habría que añadir: “¡Como si el amor entendiese de
papeles y papeles y papeles!”
María, Ramón, Pepe, Juani, Josefa
y tantos como sois voluntarios en las distintas Cáritas Parroquiales o en cualquier
otra oenegé de ayuda a los necesitados, gracias, felicidades, ánimo y adelante.
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