Ha llegado Navidad y ¡qué bonito
está Cáceres! Gente por todas partes, niños correteando por la plaza, familias
paseando. Qué pena que las luces que engalanan las calles sólo hagan referencia
a las fiestas de invierno, cuyo concepto se empeñan en meternos a golpe de
continuo saludo simplón de “felices fiestas”. Menos mal que, a pesar de todo,
sigue cuajando la tradición belenista.
He visitando alguno de los
belenes de la ciudad: el de las Hermanitas de los Pobres, con sus reproducciones
de los lugares y monumentos emblemáticos de la parte antigua, permitiendo a
Jesús nacer en la ermita de la paz. El del museo municipal, que también reproduce
la vista desde la plaza mayor. El del palacio de Carvajal, que ofrece dos
estampas, la nocturna, con su bello juego de luces, momento en el que se
ilumina el Misterio, noche mágica y santa en la que nace el Niño, y la diurna,
donde las figuras cobran vida, cada una en su oficio: el herrero, los niños en
su balancín, el pescador, las mujeres a por agua, el burro en la era y hasta
niebla, muy propia para estos días en los que la bruma ha envuelto la ciudad,
haciéndonos parecer cual capital inglesa.
Ahora, donde disfruté fue en el
Mercedes Calles, con su belén de plastilina y look de película de animación. Y
el mayor disfrute fue la catequesis que una madre dio a su hijo pequeño cuando
éste, sorprendido, preguntó por qué Herodes quería matar a todos los niños. La
madre, sencillamente, explicó que Herodes quería ser el único rey y que como
sabía que Jesús, el rey del mundo, acababa de nacer, mandó matar a todos los
niños.
Está claro que pasear con los
niños y visitar belenes puede ser esta Navidad una gran oportunidad no sólo
para contemplar algo bello, sino para ofrecer un poco de cultura cristiana.
No perdamos la tradición de poner
el belén en casa y saludarnos con un claro ¡FELIZ NAVIDAD!
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