La serie “El Padre Casares”, de
la televisión gallega, sigue cosechando éxitos. Tras doce temporadas aún continúa
en antena. Su adaptación para las Baleares, Mossèn Capellà, parece que también.
Desconozco si lo hace El Padre Medina, en Andalucía.
Pero el culebrón que todos
recientemente conocemos es el del “Padre Pajares”. El sacerdote Miguel Pajares
falleció de ébola en el Hospital Carlos III de Madrid el 12 de agosto, después
de haber protagonizado la puesta en marcha del mayor dispositivo de seguridad
ante un posible contagio jamás visto en España.
Hasta este momento, en África
sabíamos que la gente se moría de hambre, de sida y, últimamente, de ébola.
Pero no nos preocupaba. Quedaba lejos. Además, viven como animales, cómo no se
van a contagiar. Y, por otra parte, estamos de vacaciones. Qué mal rollo, que
nos vengan con noticias de ese tipo, que no nos dejan comer ni una mariscada a
gusto.
Pero la verdad es que el
misionero Miguel Pajares nos ha sacado de nuestro letargo y nos ha traído a un
primer plano la cruda realidad que están viviendo millones de personas en
nuestro vecino continente del sur. Y nos ha hecho pensar en las causas de esa
situación. Y nos hace comprender por qué miles de personas se juegan la vida
por intentar entrar en Europa. Y nos ha apuntado un poquito con el dedo, porque
llevamos años pensando que la pobreza no se contagia.
Si en África hoy, y en otros
lugares empobrecidos mañana, no se dispone de los medios para combatir en
origen la enfermedad, no podemos en absoluto eludir nuestra gran parte de
culpabilidad. Porque lo de que la pobreza no se contagia es una falacia, o si
no, de cuándo acá que cada vez haya más pobres, también en España, y menos
ricos, aún más ricos, si cabe.
Sólo contagiando nuestra riqueza
con generosidad, esto cambiaría. Hala, pídeselo al dios dinero a ver si nos lo
concede.