Paseando por una ciudad española
me he topado con un cartel publicitario cuyo eslogan reza: “Vive. Participa.
Comercio es vida, es cultura y entrenamiento. Juntos crecemos”. En cuanto lo
vi, inmediatamente pensé en este espacio, no podía dejarlo pasar, no es posible
tal descaro consumista.
Es cierto que la cultura, entre
sus muchos significados, implica el modo de vida y costumbres de una sociedad,
y nuestra sociedad ha hecho del consumo una costumbre y su modo de vida. La
adquisición de conocimientos, el saber, ese que dicen que no ocupa lugar y que
nos ayuda a desarrollar un juicio crítico, ha sido sustituido, se ve sobre todo
en los adolescentes, por un conocer cuál es la última moda, la última
tendencia, ropa, móvil, zapatilla, etc., para comprarlo inmediatamente.
Estamos desaprovechando la
oportunidad que nos ofrece la crisis de abandonar el modelo consumista y
sustituirlo por uno basado en la persona, en las relaciones humanas profundas,
solidarias, en valorar lo que somos y no tanto lo que tenemos, en compartir en
vez de derrochar.
En una cultura del consumo, los
que no tienen quedan excluidos, y no sólo de la cultura, sino de la vida. Nos
sorprende ver cientos de personas intentando saltar las vallas de Ceuta y
Melilla o hacinados en una barcaza con la esperanza de llegar a las costas
italianas. Están muy claras las razones por las cuales todas estas personas se
juegan la vida. Pero el cerco cada vez se estrecha más, porque son menos los
que más tienen, o mejor, los que lo tienen todo. No nos puede ya extrañar que
el vecino se vea obligado a saltar la valla de nuestra puerta para poder
alimentar a su familia.
Si eres de los que tienen,
recuerda que no estás obligado, por muchas necesidades que creas que tienes, a
seguir la cultura del consumo. “Crecer juntos” sólo es posible desde la
generosidad y la solidaridad.
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