viernes, 22 de enero de 2010
El cine educa
El cine es hoy un poderoso canal para la trasmisión de pensamientos, valores, creencias y visiones de la vida. Así, por muy espectacular, bien pensadas y pronunciadas que sean las conferencias sobre el cambio climático y el ecologismo que por el mundo da el premio nobel de la paz y ex-candidato a la Casa Blanca, Al Gore, no tendrán el efecto persuasivo que está teniendo la nueva película de James Cameron. Cuando uno se acerca a una conferencia, normalmente intenta llevarse consigo el juicio crítico que le ayude a filtrar las palabras del conferenciante, pero cuando uno va a la sala de cine es para no pensar mucho, dejarse llevar y disfrutar a lo grande. Por eso, si la película es cinematográficamente espectacular, su mensaje cala sin que nos demos cuenta, pues, nuestras defensas están bajadas.
Para un cristiano, su firme formación filosófica, moral y religiosa deberían ser el arma eficaz para quedarse con lo bueno de aquello que ve, el trigo, y ser capaz de ver críticamente los contravalores que le acompañan, la cizaña, por usar una comparación con la parábola evangélica.
Estoy convencido que muchos jóvenes y adolescentes católicos se han acercado estos días a ver Avatar. Ciertamente su formación humana y cristiana aún no es sólida, pero si algo bueno tiene además el cine y sobre todo aquellas películas que han gustado a todos, es que dan pie a poder hablar de ellas casi ininterrumpidamente, lo cual es muy aprovechable, porque puede ayudar muy mucho a encauzar críticamente el mensaje.
En el post anterior destacaba los muchos valores de este film, aunque ciertamente estoy también totalmente de acuerdo con las críticas que desde el periódico “Osservatore Romano” se le han hecho. Avatar presenta, según el cotidiano de la Santa Sede, “una apología del panteísmo, una fe que hace a Dios igual a la naturaleza y llama a la humanidad a una comunión religiosa con el mundo natural”, todo ello en una historia que “hace caer en el sentimentalismo”.
Con alguna crítica cinematográfica en la mano y el mensaje cristiano claro, bien se puede aprovechar la coyuntura del éxito del imaginario mundo de Pandora para reforzar la formación de los jóvenes cristianos y los no tan jóvenes, apelando a una realidad manifestada en el film: sólo por el diálogo puede llegar el entendimiento.
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